lunes, septiembre 03, 2018

El camino que me ha traído hasta aquí...


Este camino empezó a definirse, aunque sin saberlo, gracias a Carol. Allá por la primavera de 2009, cuando yo veía próximo el fin de los estudios de Periodismo y Comunicación audiovisual pero no veía claro mucho más, en medio de nuestras tertulias literarias improvisadas y nocturnas en nuestro piso de Aranjuez, me habló de una carrera con un nombre muy raro: Teoría de la literatura y Literatura comparada. Era una de esas carreras inútiles, según la consideración que de este tipo de estudios tiene hoy en día mucha gente. Pero a mí me hizo feliz, y tengo claro, como Nuccio Ordine, cual es La utilidad de lo inútil, y, como Gautier, que “Nada de lo que resulta hermoso es indispensable para la vida. Si se suprimiesen las flores, el mundo no sufriría materialmente. ¿Quién desearía, no obstante, que ya no hubiese flores?”

Tiempo después, esta carrera maravillosamente inútil, además de lo que me aportó por el mero hecho de lo que pude conocer gracias a ella, me mostró un posible camino que me sacó de la crisis periodística en la que me hallaba. Dice también Ordine que los descubrimientos que en la actualidad se consideran tremendamente útiles surgieron de una pasión desinteresada por el conocimiento. Yo no he hecho ningún descubrimiento de ese tipo, pero esa pasión me ha conducido a tener la inmensa suerte de poder intentar transmitir a unxs alumnxs la utilidad de lo inútil y de disfrutar junto a ellxs de esas flores de las que hablaba Gautier. En este caso, flores hechas de literatura.

            Las oposiciones de 2016 podrían ser el siguiente hito de este camino del que hoy, en un arranque de “extimidad”, quería hablar. Pero creo que antes tengo que retroceder un momento a la infancia. Aunque el descubrimiento de una cronopia de la existencia de una carrera tan hermosa fue, visto en retrospectiva, el inicio más perceptible y formal de un camino, creo que todo empezó mucho antes. Cuando me di cuenta de que los libros me transportaban a unos mundos que me mostraban los recovecos y las posibilidades del nuestro y que en ellos encontraba una comprensión y un deleite que no era fácil encontrar fuera. Cuando me di cuenta de que yo, en los libros y entre los libros, era feliz.

            Y aquí quiero hacer un inciso para hacer otro agradecimiento esencial. En este caso, a mi familia. A mi madre, por darme a entender que me serían negadas muchas chorradas pero que jamás me sería negado un libro. A ella y a mi padre, por dejarme ser; por no plantearse ni siquiera la posibilidad de intentar imponerme un camino; por dejarme buscarlo, ensayar, probar, equivocarme; por acabar entendiendo que no todos los caminos van en línea recta y que de las curvas y de las presuntas desviaciones también se aprende porque también forman parte del camino; por su voluntad tan brutal de, al final, a pesar de las discusiones y de algunos momentos de desencuentro iniciales, intentar entenderme siempre, respetarme y no interferir en mis decisiones. A mi hermana Eva, por su apoyo y sus conversaciones que tanto me ayudaron a resolver numerosas cuestiones del mundo opositor. Y por ayudarme a recuperar la entereza en la primera prueba de 2016 entre la primera y la segunda parte, pues sin su llamada quizá no hubiera sido capaz de entrar a hacer la segunda. A mi hermana Ana, por sus mensajes de ánimo y su confianza plena en que lo lograría. Y a mi madre otra vez, en general por escucharme tantas y tantas veces en momentos de agobio, pero en concreto por ayudarme a vencer el vértigo que tuve este año cuando asimilé que había pasado la primera prueba y que de pasar la segunda era muy probable que lograra la plaza y por venirse después a Madrid el día de antes de la defensa de la programación para tranquilizarme y para escuchar en bucle y durante unas cuantas horas lo que tenía que contarle al día siguiente al tribunal.

            Pero ese día de locura hubo otra persona a mi lado a la que también tengo mucho mucho que agradecer: Pablo. Ese día me revisó la maquetación de numerosos documentos, se pasó la tarde entre colas de reprografías y papeles y preparó una de mis cenas preferidas para que mientras tanto yo pudiera repasar con mi madre la defensa de la programación y el mayor número de unidades didácticas. Días antes se había leído la programación entera y estuvo también conmigo el día del vértigo, repasando el documento por última vez y acompañándome a imprimir (cosa que me tensa mucho cuando se trata de cosas importantes). Pero esto fue solo el sprint final, pues ya hacía unos meses que había aumentado sus cuidados en el cotidiano para que yo pudiera robarle un par de horas a las tardes-noches.

Pablo entró en mi vida cuando ya estaba encaminada (en mitad del máster del profesorado) y desde entonces, pero sobre todo después del batacazo de 2016 –el día que salieron las notas de aquella convocatoria fue horrible, no quería ni levantarme de la cama, pero me hizo un gazpachito, pidió unas pizzas y me acabó sacando de casa-, ha estado ahí en momentos de agobio y de bajón, aprendiendo a entender y a aceptar las obsesiones, las manías y los malos ratos de los opositores, que no son pocos. Hemos tocado juntos muchas cumbres, y esta ha sido, en cierto sentido, una más. Hace un par de semanas, iniciando el descenso desde 2615 metros de altura, lo pensé y se lo dije: “las oposiciones son como la montaña”. Y es que hay muchos momentos en que deseas parar, en que estás exhausto, harto, pero te obligas a seguir y, al final, vale la pena.

            Pero me falta otro agradecimiento clave. Este es para lxs Amigxs. Por su escucha, por sus esfuerzos y su paciencia para entender cómo funciona la oposición y los ochocientos porcentajes que hay que hacer para calcular la nota final de las listas, por entender que tu disponibilidad se reduce drásticamente en estos años, por intentar hacer lo posible por buscar un hueco que me viniera bien para verme un ratín y saber cómo estaba, cómo lo llevaba. A todxs aquellos que me ayudaron a superar el “traumita” que se me quedó en 2016, que no fueron pocos, pero me acuerdo mucho de la  llamada de Helen en la que me ayudó a entender que aquella nota no significaba que yo no fuera a poder nunca con esto, sino que, simplemente, esto era algo distinto al instituto y a la universidad y que bueno, había que seguir siendo constante y no desanimarse. Ella está también en el camino y no tengo ninguna duda de que lo logrará muy prontoJ. A Tristán, por su preocuparse constante vía whatsapp ;), especialmente cuando la ansiedad hizo su entrada en escena en el acto final, y por sus sugerencias de videos y de cualquier cosa que pudiera servirme para la programación. A todxs aquellxs que me han alentado durante el camino y que me expresaron su alegría con la noticia, y a Irene, a María, a Ceci, a Alba, a Carol y a Laura, porque la expresaron con tal efusividad que me emocionaron y porque aquello de que lxs amigxs sienten tu alegría y tus tristezas como propias, lo vi en sus ojos y en sus gestos y lo escuché en sus palabras. Fue un alegrarse tan sincero y tan bonito… J

            Y para cerrar no puedo dejar de mencionar a “mis amigos de las opos”, a mis compañerxs del IES Dolores Ibárruri y a mis “hadas madrinas” de la convocatoria, Emilia Pardo Bazán y Carmen Martín Gaite.

            A “mis amigos de las opos” –Merche, Patri, Leti y Carlos-, porque en estos mundos hay a veces mucha competitividad y mucha gente tóxica pero he tenido la inmensa suerte de encontrarme con unas personas maravillosas junto a las que he aprendido muchísimo, no solo del contenido de las opos, sino también sobre aquello de que cooperar es siempre muchísimo más enriquecedor que competir. Y porque no me imagino una forma mejor de aprender la historia del castellano que hacer “güijas con Ariza”. Su gesto de generosidad cuando después de saber las notas de la primera parte y lidiando con su disgusto se ofrecieron para escucharme ensayar la defensa de la programación y la exposición de las unidades didácticas me dejó, simplemente, sin palabras.

            A lxs compañerxs del Dolores Ibárruri, por su profesionalidad, su humildad y su respeto; por ayudarme muchísimo en mi primer año como interina; por echarme un cable siempre que podían para que pudiera sacar algún rato más para estudiar y por sus consejos no desde la condescendencia o el paternalismo, sino entendiendo que estábamos en momentos diferentes y que esto es un aprendizaje constante y recordándome que, en algún momento, ellos estuvieron en mi lugar y que uno no tiene por qué empezar sabiendo todo.

            Y, finalmente, a mis “hadas madrinas”, Emilia Pardo Bazán y Carmen Martín Gaite. Por ser tan grandes, por pelear por las mujeres y su valía, por haberme traído suerte, por sus palabras. A Carmen Martín Gaite, de manera especial, por sus Retahílas y por ser la mejor interlocutora en diferido.

            A todxs ellxs y a la literatura, porque han dado sentido a mi vida.


miércoles, enero 27, 2016

Palabrería

Palabrería. No somos más que objetos que cobran vida y forma por boca de los demás. Son los demás los que nos dibujan, los que nos forman y nos de-forman con sus palabras. 
             Vivimos encerrados en nuestras subjetividades. A veces estas chillan simultáneamente. Y estalla la locura. Cuando ya no son capaces de relacionarse y sólo quieren devorarse unas a otras. Imponerse. Las lecturas cargadas de certeza me agotan. ¿De dónde las obtiene la gente? ¿Alcanzo  a ver las que cargo en mi espalda?
La realidad se dibuja también a través de la palabrería. Pero también a través de esa palabrería la escondemos, la moldeamos a nuestro antojo ante los ojos de los demás, la fabricamos sin piedad, aun al precio de destruirla.
Por eso la temo, porque es muro y laberinto a la vez (de cartón piedra, poco sólido), porque (nos) esconde. Y porque tengo pavor a vivir rodeada de ocultamientos (pavor inútil que no confirma sino que vivimos de las autoficciones que proyectan relatos en los que todo lo que conocemos es cierto y no hay nada de lo que sucede a nuestro alrededor que desconozcamos). Pero, ¿puedo acaso juzgar(nos)? Tenemos der(h)echo a ocultarnos, a tener nuestras sombras, nuestros secretos. No podemos poner a todas las verdades a gritarse unas a otras al mismo tiempo. No podemos intensificar la jaula de grillos en la que vivimos.
Jaula de grillos. Qué gran metáfora de nuestro tiempo. Grillos en el teléfono móvil. Grillos en la tele. Grillos en los periódicos. Grillos en las casas. Grillos en las calles. En los paseos. Grillos por todas partes, peleando por ser escuchados.



Para escapar: silencio. Silencio o música. Todo lo que acalle a los grillos, también a los nuestros, a los que nos habitan y nos piden -para no ser menos- exhibirse también. A los que se ufanan de ser más coherentes, menos locos, más sensatos, más lúcidos, más ciertos. Bobos todos. Grillos al fin y al cabo.

sábado, mayo 23, 2015

La posibilidad de algo muy diferente

"Mi primera conversación con O. tuvo lugar el 30 de agosto de 1922. 
En aquella ocasión, empecé por decirle lo descontenta que estaba con la idea de que la vida fuera menos de lo que éramos capaces de imaginar que era. Creía que lo mismo les ocurría a casi todas las personas, a las que conocía y a las que no. Dejaban de crecer tan pronto como había transcurrido su juventud; con su poca fuerza y su ímpetu característicos. En el momento preciso en que uno sentía que había llegado la hora de recogerse, de utilizar toda la fuerza propia, de hacerse con el control, de ser un adulto, se contentaban con cambiar el máximo deseo de su corazón por un sinnúmero de pequeños deseos. O la imagen que se me venía a la mente era la de un río que fluye y se pierde en innumerables pequeños regueros sobre una marisma oscura.


Por supuesto que se engañan a sí mismos. A este goteo continuo lo llamaban: mayor tolerancia, intereses más amplios; sentido de la proporción; para que el trabajo no impidiera la posibilidad de «vivir». O lo entendían como una huida de todo lo relacionado con los entresijos frontales y la propia conciencia: una vida más simple y por lo tanto mejor. Pero antes o después, en la literatura al menos, suena una nota de fondo profundamente dolorosa. Y se está incómodo, se siente la frustración. Se oye, se cree oír, el lamento que afecta a la identidad propia: «He perdido la oportunidad. He renunciado. Esto no es lo que quiero. Si esto es todo, la vida no merece la pena ser vivida».
Pero sé que esto no es todo. ¿Cómo se sabe? Voy a poner el ejemplo de K. M. Que yo recuerde, siempre ha llevado una vida típicamente falsa. Pero a pesar de todo, ha habido momentos, instantes, destellos en que ha sentido la posibilidad de algo muy diferente."

Katherine Mansfield, Diario, pp. 280-281, Edición Debolsillo.



sábado, noviembre 22, 2014

14 de Marzo

No me explico. Contemplo el vacío. En el silencio, la nada, el fluido. Somos un fluido extinguible, tangencial, convergente. Fugaces. Nada. Nothing. Rien.
No quiero que se extinga el humo del último cigarrillo para no quedarme tan a solas, con tanto silencio, con tanto abismo: de la insoportable levedad del ser a la insoportable emocionalidad del ser.
Me sigue doliendo el cuerpo. Aún. No se pasa. Supongo que hay algo tuyo todavía circulando por mis poros. Aun cuando ya no sé qué puede ser ese “tuyo”, aun cuando ya no sé quién eres, quién eras, si es que alguna vez lo supe.
Nos despedimos después de ver despedazadas las alas del deseo.
Me hubiera gustado vomitar menos mierda desde entonces. Pero no puedo. No me sale. Tuve un tiempo de enfrentarme, de saber permanecer a solas con todo este dolor. Pero ahora siento resurgir la inquietud. Regurgita. La noto borbotear, desde lejos.
Los almendros en flor me alegran. También los matorrales amarillos me conmueven. Pero me esquivo entre tanta belleza. Soy un flujo, me digo. No sé siquiera si soy. Pero estoy. Aun desdibujada, de alguna manera, floto a medio camino entre la realidad y la irrealidad.
No sé muy bien qué es que. Hay mañanas en que tardo en ubicarme. En asentarme en esta realidad que ahora vivo.

Recuerdo México nublado. México se torna cada vez más sueño, cada vez más recuerdo, cada vez más… no sé. Es difícil de explicar.
Y siempre, siempre vuelvo al tránsito, a la torre de vigía desde la que veo llegar lo que viene, lo que se va, el sinsentido.
Me pierdo en esta configuración errática. Vago. Tropiezo. Bailo. Río. Me siento despedazada, algo mediocre, algo inerte…
No hay proyecto, no hay seguridad.
¿Qué hay?
Ser ser ser y no ser nada al mismo tiempo.
Es esa contradicción. El no-ser se descubre en el ser. La existencia de las plantas justifica su presencia. Pero nuestra presencia, ¿quién la justifica? ¿Acaso las risas? ¿Acaso las palpitaciones? ¿Acaso las caricias?
Me gustaría moverme, abrazarte (no, no a ti), llevarte a flotar conmigo, extirparme de mí misma cuando la nada viene a comerme (que viene).

14 de Marzo del 2014

domingo, junio 22, 2014

Búsquedas y reconocimientos


"Heredé de mis antepasados las ansias de huir. Dicen que mi sangre es europea. Yo siento que cada glóbulo procede de un punto distinto. De cada nación, de cada provincia, de cada isla, golfo, accidente, archipiélago, oasis. De cada trozo de tierra o mar han usurpado algo y así me formaron, condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen. Con las manos tendidas y el pájaro herido balbuceante y sangriento. Con los labios expresamente dibujados para exhalar quejas. Con la frente estrujada por todas las dudas. Con el rostro anhelante y el pelo rodante. Con mi acoplado sin freno.
Con la malicia instintiva de la prohibición. Con el hálito negro a fuer de tanto llanto. Heredé el paso vacilante con el objeto de no estatizarme nunca con firmeza en lugar alguno. ¡En todo y en nada! ¡En nada y en todo!"

Alejandra Pizarnik, Diarios

miércoles, junio 18, 2014

Cubas de tripas

"Es como si para mí todo lo que hay en el mundo estuviera dentro de una cuba llena de tripas, tan llena que te preguntas cómo va a quedar sitio en ella para algo de veras importante. El mundo es una gran cuba de tripas y yo soy una pequeña cuba de tripas, y si no hay sitio para nada de veras importante en una gran cuba de tripas, cómo va a haberlo en una pequeña cuba de tripas."

William Faulkner, Mientras agonizo

martes, febrero 25, 2014

Vida

"Tal vez equivocarse y jugar sea lo mismo, las dos caras de la misma moneda. En realidad nunca dejamos de ser niños, niños monstruosos llenos de pupas y de varices y de tumores y de manchas en la piel, pero niños al fin y al cabo, es decir nunca dejamos de aferrarnos a la vida puesto que somos vida."

Roberto Bolaño, 2666